Un Bosque Diferente
marcorosa.gif Un saltamontes visita La Fábrica.

 

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La Fábrica es una pequeña ciudad rodeada por otras ciudades; las cuales a su vez, estan rodeadas por más ciudades. Es un lugar muy frío, durante el invierno, y demasiado caliente en los veranos. Éstos son los únicos signos de que el tiempo transcurre en esa ciudad, porque es muy aburrida. Edificios muy altos se pueden ver por doquier. Son tal altos y tan cercanos unos de otros que siempre la ciudad se ve muy oscura, como si el sol no existiese, ni tampoco el cielo. La gente adulta se ve siempre muy apresurada por llegar a sus trabajos o a sus casas y nadie se detiene a conversar con nadie, todos caminan silentes. Parece como si la soledad y la tristeza de los edificios se le hubiese contagiado a la gente. Los mismos colores, parecen haberse descolorado a tal punto, que todos se ven tan grises, comos los mismos edificios.

Los habitantes dan la impresión de ser pájaros enjaulados entre tantos muros de cemento. No hay sonidos agradables. Los únicos sonidos que se escuchan son los de las máquinas y los autos que pasaban en un interminable jemido, día y noche sin parar, mientras las luces de colores de neón luchan por hacersen ver entre tanto humo y oscuridad; especialmente en esta época del año, o sea en invierno.

Miguel es un niño de nueve años, que vive en esta ciudad.

Todos los días va Miguel a la escuela. Allí tiene que memorizar muchas cosas que a Miguel no le interesan. Pero, entre ellas, las que más detesta son la geografía y las ciencias naturales ya que a él no le gustan los animales. Miguel, al igual que muchos otros niños de su ciudad, sueña con llegar a ser un banquero o el dueño de la gran compañía de carros donde trabaja su papá de concerje.

Miguel hoy ha tenido una prueba de geografía y ciencias naturales por lo que no se ve nada contento. Tanto Miguel, como su amigo Jorge, fueron de los últimos en salir de la escuela. Muy pocos niños se veían caminando hacia sus casas o jugando mientras esperaban el último bus.

"¿Para qué necesita uno saber el nombre de tantos países, ríos, mares, capitales y tantos otros lugares, o saber como viven los tontos peces en los mares?"-decía Miguel a su amigo Jorge-

"Eso es mu aburrido", le replicó Jorge, ya que a él tampoco le gusta la geografía. –"¡Cómo quisiera que ya fueran las vacaciones para así poder jugar todo el día!.", prosiguó Jorge con un suspiro.

Pero al momento, se olvidaron los dos chicos de sus problemas y empezaron a hablar muy animadamente de otras cosas que sí les interesaba, mientras esperaban el bus que los llevaría a sus casas.

De pronto, no se sabe como, apareció un saltamontes. El saltamontes se posó sobre una calcomanía que Miguel llevaba pegada en su maletín escolar. La verdad es que es muy extraño ver un saltamontes en esta ciudad, entre tanto ruido de carros y ninguna planta bonita donde un saltamontes pueda refrescarse.

"Qué es eso que se mueve en tu maletín" preguntó Jorge.

Apenas Miguel vió aquel extraño insecto en su maletín pegó un salto y casi deja escapar un grito. ¡ Vaya susto que se llevó.!

"¡Un estúpido insecto!" casi chilló Miguel, del susto y la cólera, a la vez que buscaba con desespero, algo para golpear al saltamontes.

"Dale con el zapato" le aconsejó Jorge.

Los zapatos de Miguel eran de anudar por lo que no era muy fácil quitárselo. Más en tales percances en que uno está tan asustado.

Al fin logró zafárselo y se disponía a golpear con el mismo al saltamontes, cuando éste salto a su hombro. Eso fué demasiado, para los nervios del pobre Miguel quien empezó a correr hacia todos lados mientras gritaba con desespero a su amigo que le quitara de encima ese monstruo tan horrible. Jorge trataba de ayudarle corriendo detrás de Miguel quien se movía para todos lados como si lo hubiese atacado un avispero, mientras intentaba golpear al saltamontes con uno de sus cuadernos, pero el saltamontes se esquivaba ágilmente todos los golpes y a quien atinaba Jorge era a Miguel.

Al fin el saltamontes se cansó de jugar y se alejó volando.

"Vaya no sabía que le tuvieses tanto miedo a los saltamontes" dijo Jorge mientras tomaba aliento y recogía sus libros del suelo.

Miguel trató de decir que eso no era cierto, pero la voz no le salió porque aún estaba muy austado y cansado para rebatir las afirmaciones de su amigo. También estaba algo avergonzado porque se imaginaba que Jorge ahora le creía un miedoso y que a lo mejor se lo hiría a contar a Lucía, la hermana de Jorge y ella se lo contaría a sus amigas.

En ese instante logró ver el bus.

"¡El bus!, ¡Vamos corre!" gritaba Miguel a Jorge mientras corría, a más no poder, con el zapato en la mano. Pero ya era muy tarde. El chofer ya estaba doblando por lo que no alcanzó a ver las señas que ambos chicos hacían para que se detuviese. Justo al terminar de doblar el autobus, desapareció completamente de la vista de ambos niños.

"Todo por ese estúpido insecto", se decía para sí Miguel. Mientras recuperaba el resuello y se colocaba de nuevo el zapato.

Jorge que era un buen amigo, se sentía algo apenado por ver la situación de Miguel. La verdad a él le asustaban mucho las hormigas por lo que sabía cómo se estaba sintiendo su amigo. Pero no sabía cómo poderle ayudar.

Los dos chicos empezaron a caminar hacia sus casas, en silencio. Ambos vivían cerca el uno del otro, apenas un par de cuadras había de distancia entre sus casas. Miguel sólo pensaba en que su mejor amigo ahora lo creía un cobarde.

"Vaya hoy no es mi día de buena suerte" ,dijo Miguel, por fin, mirando hacia arriba."Creo que va a llover"

"¡Oh no,! yo olvidé mi abrigo en la escuela" contestó Jorge.

De pronto una fuerte brisa empezó a correr. Ambos tuvieron que detenerse para mantener el equilibrio y no caerse, a la vez que se tenían que proteger los ojos para que no les entrase basuras.

"Este viento es tan fuerte que podría levantarme del suelo como a un papalote.", tenía que decir en voz alta Jorge para que su amigo le escuchase. Una vez que la fuerza de la brisa disminuyó un poco siguieron caminando con algo de dificultad.

Habían caminado un buen trecho, cuando lograron ver nuevamente el saltamontes.

Era el momento para Miguel de demostrar que no era ningún miedoso. Se armó con una piedra y empezó a perseguir al saltamontes. Éste, como si de un juego se tratara, empezó a saltar de un lado a otro, hacia adelante y hacia atrás. Realmente parecía que estuviese bailando. Luego se alejaba unos pasos esperaba a Miguel y volvía a las suyas.

"Vamos Miguel déjalo! Se nos va a hacer muy tarde" Suplicaba Jorge algo preocupado, porque ya se había tornado muy oscuro y el viento comenzaba a soplar con más fuerza que anteriormente.

Pero Miguel no le escuchaba. Estaba empeñado en que se desharía del monstruo a como diera lugar.

El saltamontes por su parte había dejado de brincar hacia todo lado, ahora parecía que tenía algo de prisa, por lo que corría hacia adelante, cruzando calles y cuadras, y saliendo de la ciudad, llevándole buena ventaja, en la carrera, a Miguel y Jorge quienes corrían atrás. Pero el saltamontes era muy veloz para ellos y cada vez les llevaba más distancia.

Aquel saltamontes parecía que conocía muy bien el lugar porque se dirigía de manera muy segura hacia alguna parte. Pero los niños no, jamás habían llegado a esta otra ciudad. De pronto se sintieron perdidos. No sabían en donde estaban y la lluvia había empezado a caer con gran fuerza.

Las calles habían quedado casi desiertas, muy pocas personas se veían caminando con gran dificultad intentando luchar contra la fuerza del viento y los chorros de aguacero que ahora golpeaban como látigos en la cara.

Los dos chicos, ahora iban ocupados con la idea de poder llegar lo más pronto posible a algún lugar donde poderse refugiar. Todas las casas tenían las puertas y ventanas cerradas, mientras el agua chocaba con gran estrépito en las paredes y muros. Debido a estar todo pavimentado y al no haber tierra que filtrase el agua, en pocos minutos las calles y aceras se habían inundado completamente, formando corrientes que arrastraban cosas menudas, encontradas a su paso y a la vez éstas se unían con otras corrientes formando verdaderos ríos. Las alcantarillas se inundaron rápidamente con toda la basura arrrastrada por las corrientes de agua.

Miguel y Jorge caminaban con gran dificultad, a través del agua que les llegaba casi a las rodillas. Tenían que hablarse a gritos a pesar de que iban muy juntos, el uno del otro, debido al rugir del viento. A ambos les castañeaban los dientes con tanta fuerza que les dolían las mandíbulas, lo que les hacía mas difícil dercirse algo. Una espesa neblina lo envolvía todo con cortinas tan oscuras y espesas que daba la sensación de estar caminando a través de gelatina con los ojos vendados.

"Lo peor es el el frío tan terrible que hace. Jamás he sentido tanto." Decía titiritando de frío Miguel. Mientras decía esto, recordaba otros días de lluvia cuando iba brincando de charco en charco y para divertirse lanzaba un puntapíe dentro del agua mojando a uno que otro, en especial, le divertía más hacérselo a las niñas, por lo furiosas que se ponían." Ja, Ja ¡Cómo me divierte hacer eso!" dijo para sí pero en voz alta.

"¡Cómo envidio en este momento la velocidad de Pizquina, la tortuga de las fábulas!" respondió Jorge que no había podido enterder lo que Miguel había dicho.

"Ni que lo digas. Parece como que vamos caminando para atrás. A lo mejor con tanta agua nos convertimos en cangrejos." Dijo entre broma y en serio Miguel, porque se acordó de una historia que una vez le contó su abuelita.

"Yo ya ni siento la nariz."

"Yo tampoco. Dicen que cuando hace mucho frío se le puede caer a uno las orejas o la nariz porque se quiebran como torreja",_ al escuchar esto, Jorge se llevo la mano a la oreja, talvez para comprobar que aún seguía en su sitio, _"después hay que andar con una de esas rojas y grandes que usan los payasos.", continuó Miguel diciendo sin saber que su amigo se había asustado con la historia y ahora caminaba con el cuello de la camisa subido hasta las orejas, mientras constantemente se tocaba las orejas y la naríz, bastante preocupado.

Al rato, después de haber caminado mucho, se volvieron a encontrar el saltamontes. Éste estaba, tranquilamente escampando de la lluvia, en el marco de una ventana. Apenas vió los niños les pasó volando muy cerca.

"Allí está ese estúpido insecto, Vamos esta vez sí lo haremos pagar todas en una" Dijo Miguel empesando a correr tras el grillo, pero con grandes dificultades porque el agua les inpedía correr a prisa y no podían ver muy bien donde pisaban. El saltamontes sabía encontrar lugares secos y apropiados para refugiarse del torrencial aguacero y así fue conduciéndose por lugares cada vez más despoblados hasta dejar la ciudad atrás.

Habían llegado a una especie de bosque con árboles, donde muy cerca de los niños se podía divisar una luz.

El grillo sin más se dirigió directamente hacia allí. Los niños podían verle como brillaba con el reflejo de la luz.

Al poco se dieron cuenta de que la luz provenía de una cabaña, de la cual salió un hombre muy anciano, con los cabellos muy blancos y una barba tan blanca y larga como algodón.

Ambos niños algo asustados se escondieron tras un árbol, temían que el anciano les confundiera y pensara que ellos eran unos pillos, o que fuera uno de esos hombres malos de los sus sus mamás les advierten que deben cuidarse.

¿Quién podrá ser este extraño anciano?

Tienes una idea de ¿quién es este nuevo personaje? Me imagino que sí, porque tienes una gran imaginación. Anota todas tus respuestas en la casilla de abajo.

 

Estimad@s visitantes esta interesante historia continuará la próxima semana. Así que los estaré esperando, en este otro capítulo.

 

© Todos los derechos de autor de "La Increíble Historia del Bosque Marmotense" incluyendo el diseño de página, pertenecen a Patricio Aguilar Madrigal info@latinoamericasinfronteras.org. Suecia 2004-2005.

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