El Holocausto Colombiano
Un croquis para reflexionar
La verdad es la acción de eliminar engaños" (Erich Fromm)
En Colombia, la situación es tan grave, que
la realidad supera cualquier ficción. Llegar hasta este punto no ha sido gratuito,
ni caprichoso. Se gestaron una cantidad de circunstancias, en las que las
causas y los efectos se han mezclado como un remolino sin fin. Desde la
conquista de América se han vivido varias épocas de violencia. La conquista
misma ha sido una de ellas, seguida por la Inquisición, las rebeliones de
esclavos y la lucha por la Independencia. En tiempos de la Republica con “La
guerra de los mil días” y luego con la denominada “Época de la violencia”
desatada en 1.948 tras el asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer
Gaitán, la cual se suponía, acabo en el “Frente Nacional” en 1.958. Durante
esta época, la guerra fue particularmente cruel y sangrienta. Fue una guerra
civil, en la que se enfrentaron los partidos políticos oficialistas Liberal y
Conservador; los primeros, partidarios del candidato presidencial asesinado y
los últimos, miembros del partido gobernante. Esta confrontación se caracterizo
por la realización de masacres, emboscadas, linchamientos y asesinatos
selectivos. No hubo familia en la que no se hablara de como alguno de sus
miembros, vecinos o conocidos fuera asesinado, descuartizado, mutilado o
despellejado estando vivo. Como es de suponerse, el rencor y el odio
engendrados con estos actos, no fueron borrados por los acuerdos de paz. Nunca
hubo un juicio por crímenes de guerra. Muchos de los lideres de estas
operaciones de exterminio se convirtieron en los pilares de una nueva sociedad,
pues también se apropiaron de los bienes de sus victimas, creándose una nueva
oligarquía de posguerra, principalmente en los pueblos y provincias donde se
constituyeron como los nuevos terratenientes, mientras otros asumieron cargos
como alcaldes, gobernadores, jueces, notarios, etc.
Lo que hizo el “Frente Nacional” entre 1.958
y 1.974 fue alternar el poder cada
cuatro años entre los dos partidos políticos oficialistas, quedando la
democracia reducida a la elección directa del presidente entre una baraja de
candidatos del mismo partido en turno. A los gobernadores los nombraba el
presidente y estos a su vez nombraban a los alcaldes, etc. Colombia fue un
país, donde el genocidio, no solo, no se castigó, si no que se premió. Estas
injusticias hicieron que un sector de los alzados en armas del partido liberal
no formaran parte de los acuerdos de paz, convirtiéndose en una tercera fuerza
disidente liderada por Guadalupe Salcedo quien después de muchas negociaciones
y promesas acepto desarmarse junto a sus treinta mil hombres, para luego ser
asesinado en la capital con sus compañeros más cercanos, en un acto del que se
culpa a la alianza Liberal-Conservadora en el gobierno. Por ese entonces surgió
un pequeño grupo de campesinos que se unieron para luchar por una reforma
agraria, la defensa y el reconocimiento de sus derechos y la recuperación del
campo, constituyéndose como unas autodefensas campesinas lideradas desde ese
entonces por el hoy guerrillero más antiguo del planeta: “Tirofijo”. Su vacío
ideológico fue fácilmente llenado a través de un largo proceso por las ideas
Comunistas, aportadas por intelectuales, estudiantes y sindicalistas,
convirtiéndose en lo que hoy son las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia” (FARC)".
Estas circunstancias se dieron a la sombra
de “La guerra fría”, en la que los sucesivos gobiernos y el ejercito han
co-gobernado a través de la figura del “Estado de Sitio”, hoy llamada
“Conmoción Interior” (con algunas limitaciones desde la constitución de 1.991),
alejando la posibilidad de un Golpe de Estado aun en los momentos más críticos
al compartir el poder soterradamente, adjudicando el monopolio de la
administración de justicia en el orden público al fuero militar, la que se
fortaleció al amparo del proteccionismo del gobierno de los Estados Unidos,
dentro de su doctrina Anticomunista, estimulada entre otras por la “Escuela de
las Américas”. Las injusticias sociales y la falta de una verdadera democracia
representativa permitió que surgiesen nuevos y diferentes movimientos políticos
clandestinos y otros grupos guerrilleros, quienes alentados por el triunfo de
la revolución Cubana, vieron como única alternativa de éxito, la insurrección
armada. Los grupos guerrilleros no fueron ajenos a los enfrentamientos
coyunturales que se dieron en el ámbito mundial, convirtiéndose en fieles
reflejos de estos. El Ejercito Popular de Liberación (EPL) contó con el
respaldo de China, El Ejercito de Liberación Nacional (ELN) con el de Cuba, Las
FARC con el de la Unión Soviética, etc. Enfrentándose a veces entre ellos
mismos, con algunos periodos de tregua y otros de alianzas, al mismo tiempo que
se enfrentaban contra el gobierno y sus fuerzas militares.
A pesar de que la lucha por el respeto a los
derechos humanos ha sido una de sus banderas más preciadas dentro de la llamada
“Moral Revolucionaria”, se cometieron muchas acciones denominadas “ajusticiamientos”
de sus desertores, de los informantes (muchas veces supuestos) y de los agentes
responsables de causar la muerte o captura de sus compañeros de lucha. Por su
parte, algunos miembros de la fuerza publica recurrieron a la tortura, la
violación, el homicidio y la desaparición de algunos elementos capturados,
algunos espontáneamente y otros participando de las políticas anticomunistas
nacionales y continentales, llegando a formar parte entre otros del “Plan
Cóndor”, etc. Recibiendo el auxilio de militares y torturadores Argentinos y
Chilenos dentro del territorio nacional, contribuyéndose a la corrupción de la
lucha contrainsurgente. Todo esto ayudo a generar entre los bandos en conflicto
un mutuo desgaste en la “moral” de la guerra, potenciándose la rebeldía y la
crueldad de las acciones, desatando una guerra sucia, la cual ha llegado hasta
los niveles hoy vistos.
Durante el gobierno del presidente Belisario
Betancourt se inicio un proceso de paz con las FARC, del cual surgió el
movimiento político “Unión Patriótica” (U.P.) como un intento de
desmovilización de la guerrilla para la participación en los procesos
electorales, reclutando nuevos militantes y simpatizantes, muchos de los cuales
no eran guerrilleros y quienes a pesar de la ruptura de las negociaciones
intentaron convertirse en una opción política diferente, siendo asesinados casi
en su totalidad por algunos miembros de los organismos de seguridad, por grupos
de sicarios al servicio del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha y de los
jefes paramilitares Fidel y Carlos Castaño, enterrando físicamente a este
Partido.
En Colombia, a pesar de los nexos de los
guerrilleros con algunos grupos terroristas internacionales, el uso del
terrorismo estuvo descartado hasta que fue estrenado en los años 80’s por
algunas acciones aisladas del M-19, el cual fue predominantemente un grupo de
guerrilla urbana con una gran influencia “Tupamará” y “Montonera”, conformado
por algunos disidentes de los otros grupos y de algunos ex-integrantes de la
ANAPO, (partido político divergente de los tradicionales, fundado por el
ex-dictador militar Gustavo Rojas Pinilla, quien gobernó durante parte de la
“época de la violencia” siendo muy apreciado por el pueblo) saliendo derrotado
de una segura victoria electoral por un probable fraude al final del “Frente
Nacional”. El M-19 se caracterizo por tener una estructura más democrática que
las demás organizaciones guerrilleras, con un perfil más nacionalista y
populista y con una gran audacia en su accionar. Usó por primera vez los
“carros bomba” contra objetivos infraestructurales y en algunos casos recurrió
al atentado directo contra algunos funcionarios del gobierno. Por los duros
golpes sufridos en las ciudades, se convirtió en una guerrilla
predominantemente rural y después de un proceso de paz consolidado durante el
gobierno de Virgilio Barco, se convirtió en el partido político “Alianza
Democrática” siendo un elemento muy determinante en la redacción de la nueva
Constitución Política de 1.991. Perdió la posibilidad de ganar las elecciones
presidenciales de 1.990 al ser asesinado su candidato presidencial Carlos
Pizarro, su último comandante, quien según las encuestas era el seguro ganador.
Carlos Castaño, comandante de las anticomunistas “Autodefensas Unidas de
Colombia” (AUC), asumió su responsabilidad por el asesinato de Pizarro años más
tarde. Otros candidatos presidenciales asesinados en Colombia fueron Luis
Carlos Galán (Liberal) y Jaime Pardo Leal (de la Unión Patriótica),
supuestamente por orden de Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha
respectivamente; Álvaro Gómez Hurtado (Conservador), supuestamente por un
convenio entre algunos miembros del Ejercito, el Gobierno y algunos
Narcotraficantes; Bernardo Jaramillo (de la UP), supuestamente por orden de
Fidel Castaño. Durante esta época, el terrorismo fue literalmente explotado
hasta su máxima expresión por Pablo Escobar, quien gracias a él obtuvo algunas
victorias contra el Estado, mostrándole con ello un nuevo camino a los grupos
insurgentes, quienes hoy hacen uso de él como una de sus principales
estrategias.
La relación guerrilla-narcotráfico también
tuvo un largo proceso de gestación. Los primeros narcotraficantes Colombianos
de importancia, fueron los Guajiros, quienes se destacaron por su
infraestructura marítima en la importación de mercancías de contrabando, a la
que luego le sumaron la exportación de marihuana, con la cual obtuvieron un
enorme poder económico, sentando las bases de una de las técnicas de lavado de
activos más efectivas aun hoy muy utilizada. Mientras tanto, Colombia, se
convirtió en un punto de transito para el flujo de la cocaína entre Bolivia y
los Estados Unidos, a la que se le adhirieron nuevos traficantes Colombianos,
quienes pronto se convirtieron en los lideres de un nuevo Cartel más poderoso, disputándole
la supremacía a los guajiros aun en los territorios por ellos controlados,
tales como Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, llegando incluso a
desplazarlos fuera de ellos con algunas excepciones. Estos narcotraficantes
inicialmente se dedicaron a establecer pistas clandestinas en los lugares más
remotos posibles, donde inicialmente recargaban de combustible a los aviones en
transito. En la misma medida en que fue creciendo el negocio, establecieron
laboratorios para procesar la pasta de coca en cocaína y así poder tener un
mejor control en su calidad y en su homogeneidad, convirtiéndolos luego en
centros de acopio una vez que implementaron el cultivo de la materia prima. Con
esto se abrió “la caja de Pandora”, pasando Colombia de ser un puente, a un
procesador y luego a un país productor de Cocaína y años más tarde, de heroína.
La gran mayoría de campesinos Colombianos,
no han tenido tierra, ni acceso a los centros de salud, ni de educación, ni de
transporte para sus insumos y productos. Durante décadas, los que no trabajan
en tierra ajena como jornaleros en condiciones verdaderamente miserables, se
internan en las selvas como colonos estableciendo “Chagras”. Para ellos fue muy
fácil sembrar algo que no conocían y aun sabiéndolo, tampoco tenían más
alternativa pues los narcotraficantes les llevaban hasta la puerta de sus
ranchos los insumos necesarios y así mismo recogían sus cosechas, las cuales
les generaban más ingresos que los cultivos tradicionales a pesar de ser
infamemente explotados, al percibir una ganancia irrisoria con relación a las
generadas con su trafico. Al igual que las “mulas” (personas que se prestan
para transportar narcóticos en sus cuerpos o en sus equipajes) se les ha
perseguido y castigado con penas que triplican la mayoría de las que han
recibido los grandes “capos”, quines no solamente han percibido millones de
dólares por su negocio, si no que además han sido los autores intelectuales del
homicidio de miles de personas, los cuales han quedado en su gran mayoría en la
impunidad. Como la prioridad para la guerrilla era la defensa y el desarrollo
del campesinado, no actuó contra los narcotraficantes al considerar que estaban
beneficiando de alguna manera a estos. Para esa época los narcotraficantes que
enviaban sus aviones cargados con Cocaína y los regresaban vacíos, descubrieron
que el negocio seria el doble si los traían cargados con armas, les vendían
estas a la guerrilla o con ellas les pagaban por su protección. Ante estas
circunstancias, surgió en algunos sectores de la izquierda Colombiana, la idea
de que el narcotráfico podría ser una fenomenal arma “anti-imperialista”, capaz
de enfrentar al arrogante poderío Norteamericano, con un equivalente, a la
inversa, de la “Guerra del Opio”, cumpliendo con el axioma de que “el enemigo
de su enemigo podía ser su amigo”. Nunca se les ocurrió pensar que esta seria
la mejor puerta de entrada para el intervensionismo internacional, con
justificadas razones y con las actuales consecuencias.
Los narcotraficantes eran muy ostentosos y pronto
se convirtieron en las nuevas victimas de la extorsión y del secuestro por
parte de la delincuencia común y por algunos sectores de los grupos
guerrilleros, quienes no tenían un criterio unificado respecto a estos,
llamando también la atención de las fuerzas policiales de los países
involucrados, por lo que pronto estuvieron acosados en medio de varios fuegos.
Con el poder económico adquirido se podían dar el lujo de comprar el amparo de
algunos políticos y agentes del orden, el de algunas células de los grupos
subversivos o el de ambos al mismo tiempo, corrompiendo desde ese entonces las
bases mismas del Estado como las de la revolución. Con el crecimiento de los
conflictos y el poder de los narcotraficantes, muchos de los cuales eran o
terminaron siendo anticomunistas, prefirieron crear sus propios ejércitos
particulares de guardaespaldas, quienes en la mayoría de los casos tuvieron muy
buenas relaciones con algunos cuerpos policíacos y militares, operando
conjuntamente en algunas acciones anti-extorsión y anti-secuestro, donde los
organismos policiales hacían el trabajo investigativo y los pistoleros actuaban
como verdugos. Entre estos grupos se destacó el “MAS” (Muerte A Secuestradores)
surgido a partir del secuestro de Marta Nieves Ochoa por parte del M-19, la
cual fue liberada después de mucha presión, tras la muerte de por lo menos unas
trescientas personas y una negociación en la que intermedió hasta el gobierno
Cubano. Este grupo siguió actuando un tiempo después aniquilando a todo lo que
les pareciera “rojo”, sin importar si realmente tenían una vinculación
guerrillera o no, para luego desaparecer sin que se halla procesado a nadie por
estos hechos. Con este tipo de campañas, sus patrocinadores se granjearon la
simpatía de algunos sectores del “Establecimiento” nacional y foráneo, creyendo
que con esto comprarían la benevolencia de la justicia Colombiana y
Norteamericana en el caso de que algún día fuesen procesados.
Antes del narcotráfico, la guerrilla usaba
otros recursos de financiamiento suficientemente efectivos, entre los que se
contaron los asaltos bancarios y comerciales, la extorsión y el secuestro. Con
este ultimo llegaron a tener tan alto grado de rentabilidad, que hicieron de él
una industria, olvidando que esa es una de las formas más infames de violación
de los derechos humanos. Al interior de sus filas se justificaban con el
argumento de que si el sistema tiene cárceles para sus compañeros, ellos tienen
“cárceles del pueblo” para los oligarcas, de las que podrían salir pagando una
“multa” por su libertad. El dinero obtenido se invertiría en la revolución, en
el sostenimiento de sus combatientes, la adquisición de pertrechos y la
financiación de nuevos operativos. Ante el exagerado incremento de los
secuestros, la forma inhumana en que han tenido a los secuestrados, el
asesinato de muchos de estos aun a pesar de haber recibido el pago por su
liberación, hizo que se conformaran nuevos grupos de autodefensas, encontrando
suficiente justificación para constituirse en verdaderos ejércitos como lo son
ahora las “Autodefensas Unidas de Colombia” (AUC) conocidos como los
“paramilitares”, con miles de hombres entre sus filas, entrenados por algunos
militares Colombianos y mercenarios Israelíes, Británicos, Norteamericanos e
incluso Rusos; siendo apoyados por algunos miembros de los batallones del
ejercito y alimentando sus filas con soldados y oficiales retirados, como
también con ex-guerrilleros, delincuentes comunes, etc. Creciendo a tal punto,
que se convirtieron en una nueva fuerza desestabilizadora del Estado, pues no
solamente se dedicaron a combatir a la guerrilla en su propio terreno, si no
que además adoptaron las masacres de trabajadores, indígenas y campesinos, como
un arma de disuasión, utilizando a los medios de comunicación para difundirlo
espectacularmente, como parte de la “guerra psicológica”, suicidándose
moralmente como alternativa para enfrentar los excesos de la guerrilla. Muchos
integrantes de estos grupos han llegado a cometer los mismos abusos que
buscaban combatir en la guerrilla, como son el narcotráfico, la extorsión y el
secuestro, además de dedicarse a la realización de homicidios selectivos de
periodistas, candidatos presidenciales, activistas de los derechos humanos,
políticos, religiosos, etc. Llegando a producir una capacidad de
desestabilización tan grave como la misma guerrilla, en una tercera parte del
tiempo de su existencia y lo que es peor, se han convertido en un verdadero
obstáculo para una salida negociada al conflicto, incrementando la intensidad y
el salvajismo de este.
Todas estas circunstancias han hecho que en
Colombia se pierda el derecho a ser comunista, socialista, liberal,
conservador, o de cualquier otra ideología, pues se corre el riesgo de ser
automáticamente señalado de subversivo o paramilitar; olvidándose que una cosa
es la expresión democrática de las ideas en un Estado de Derecho y otra es el
promover el uso de la violencia, para imponer a estas. Defender los principios
políticos, promover la paz o la protección de los derechos humanos puede significar
la muerte. Prácticamente todos los derechos contemplados en la carta de las
Naciones Unidas han sido violados, siendo por demás aberrante el reclutamiento
de hombres, mujeres y niños por parte de los grupos armados, bajo la amenaza de
muerte. Practica muy común en las zonas rurales donde es más fuerte su
presencia y en donde se exige a cada hogar el aporte de uno o más de sus hijos
para la guerra, convirtiendo estas áreas en sus “Estados”, donde si no se esta
con ellos es como estar en contra de ellos. A esto se debe en gran parte su
velocidad de crecimiento y el soporte logístico por parte de la población,
quienes si no colaboran por convicción o resentimiento, lo hacen por la
protección de sus familiares, siendo esta otra forma de secuestro. No olvidemos
además que en Colombia el servicio militar es obligatorio. Si esta es una
practica legal del Estado, es de esperarse que también lo considere así su
enemigo. Por esta razón no es moralmente festejable el éxito en las operaciones
de los aviones fantasmas que con visores nocturnos e infrarrojos, con
tecnología usada en la invasión de Irak, matan de un solo bombazo a decenas
guerrilleros, como muy espectacularmente lo han exhibido en los noticieros,
como si las bombas pudieran diferenciar entre quienes están obligados a
combatir o no. Lo más grave de los bombardeos es que con ellos a veces se
impacta a campesinos e indígenas. Esto es tan deleznable como los atentados
terroristas de la guerrilla y los paramilitares en los que se llega a extremos
tan infames, que se masacra a los combatientes, los policías, los militares y
los civiles, en estado de indefensión, rematando muchas veces a los heridos o
asesinando a los capturados o secuestrándolos para confinarlos en campos de
concentración establecidos en la selva. Ante estas circunstancias, es muy
preocupante el que se halla prohibido a la prensa, cubrir las áreas de
confrontación sin autorización expresa de la Presidencia de la Republica y de
sus Altos Mandos Militares, pues desde cualquier punto de vista que se mire, el
pueblo es el que más muertos esta poniendo y la verdad ha sido la primer
victima en ser sacrificada.
Otro factor que ha permitido el exagerado
incremento en la criminalización de la sociedad, es la implacable persecución a
las personas que cumplen funciones que por su misma naturaleza son consideradas
como baluartes de la moral y la salud publica, como son los abogados, los
médicos, los agentes del orden publico y de justicia, los socorristas, los
periodistas, los sacerdotes y las religiosas de las diferentes comunidades,
quienes ejercen su oficio en los terrenos más golpeados por los intereses del
conflicto, convirtiéndolos en verdaderos mártires de sus causas, salvo algunas
excepciones en los que se han lucrado de alguna forma de este, han hecho
apología de él, o se han convertido en sus más fieles representantes.
Como si no fuera suficiente con todas estas
desgracias, nuestras relaciones en el plano internacional se han envilecido,
principalmente en nuestra relación con los Estados Unidos, que solo nos ven a
través de la óptica de la guerra contra el “narcoterrorismo”. Por un lado, se
han confundido los intereses de algunos ciudadanos, de algunos empresarios, de
algunas instituciones, de algunas ONG’s y de algunos grupos ecologistas y religiosos,
etc. con una “infiltración imperialista” de las políticas del Departamento de
Estado o como aliados de la subversión. En muchas ocasiones seguramente habrá
sido así, gracias a la ineptitud del mismo Estado o al servilismo de algunos de
sus funcionarios, quienes, en su afán de lucrarse, han favorecido estos
intereses en detrimento de la nación. Peor aun, a sido el que algunos agentes
de los organismos de seguridad han exagerado, maquillado o hasta inventado
casos, con el fin de promoverse en sus cargos, lograr recompensas,
bonificaciones o un reconocimiento publico por sus acciones. Otros incluso han
llegado a crear sus propias organizaciones de narcotráfico, secuestro y
sicariato o se han asociado con estas, aprovechando su capacidad investigativa
para conocer los recursos de sus victimas o han tomado fondos de programas
financiados internacionalmente como “El plan Colombia”, etc. para su propio
beneficio e incluso hay quienes realizan operativos exclusivamente para
lucrarse con los decomisos, la venta de estos o su devolución a cambio de una
remuneración. Dándole un gran desprestigio a las instituciones y generando
confusión y desconfianza entre la misma población, “justificando moralmente”
para algunos su participación en alguna de las formas del delito, por lo cual
este a terminado siendo otra forma de “Subversión Social y Económica”. Por el
otro lado, esta la percepción por parte del gobierno de los Estados Unidos de
que las luchas internas que se han generado contra las diferentes formas de
injusticia social se pueden convertir en factores de riesgo para su propia
seguridad nacional, lo cual no necesariamente es así. Sin embargo en esto hay
un alto grado de responsabilidad de los mismos grupos al margen de la ley,
quienes con sus acciones han golpeado a intereses, a instituciones y a
ciudadanos norteamericanos como también de otros países, provocado desconfianza
y posiciones defensivas, limitando la posibilidad de rectificación de muchas
políticas que han quedado obsoletas desde el fin de la guerra fría y que hoy se
han radicalizado con los atentados del 11 de septiembre. No se puede descartar
que en el interior de la fuerza publica, los grupos armados, asesores y
proveedores de armas, etc. hallan elementos con intereses creados a favor de
situaciones que promuevan el armamentismo, el intervensionismo y el terrorismo.
Como consecuencia de esto, también se a causado una gran perdida de turistas e
inversionistas internacionales, además de dársenos un trato discriminatorio y a
veces aberrante en nuestros viajes por el exterior, en la forma de presentar
las noticias, etc.
Hoy, al igual que hace cincuenta años, no
hay familia en la que no se hable de cómo uno de sus miembros o conocidos ha
sido asesinado, masacrado, torturado, descuartizado o desaparecido. Hoy también
como antes, sus bienes han sido arrebatados por la guerrilla, los
paramilitares, algunos agentes del Estado o los delincuentes comunes, amparados
en el terror que genera el conflicto. Es incalculable la cantidad de empresas y
negocios que han sido cerrados, la cantidad de empresarios, inversionistas y
capitales que han abandonado el país, haciendo que hoy Colombia tenga
aproximadamente el diez por ciento de su población viviendo fuera del país; que
casi tres millones de personas sean desplazadas dentro del propio territorio
nacional como consecuencia directa de la violencia; *que veinticinco millones
de personas, vivan con menos de dos dólares al día; que once millones vivan con
menos de un dólar al día; que tres millones no tengan empleo; que siete millones
estén subempleadas; que dos millones y medio de niños están trabajando; que un
millón de campesinos no tenga tierra; que el 1,1 por ciento de los
propietarios posea el 55 por ciento de la tierra en el país; que la gente de
altos ingresos gane 26,3 veces lo que ganan quienes devengan el salario mínimo
o menos; que el 75 por ciento de todo el crédito comercial está prestado a 2
mil empresas o personas naturales, a pesar de que existen más de un millón de
negocios informales, 12 mil fábricas formales, y 208.659 establecimientos
comerciales; que los ingresos saláriales se han reducido en una quinta parte en
los dos últimos años (*El Tiempo, Octubre 27 del 2002, “Colombia, un Estado
lamentable”). Aunque parezca increíble, el numero de combatientes armados, no
supera a más de 30.000 guerrilleros y unos 10.000 paramilitares. Todo esto en
un País con cuarenta y dos millones de habitantes; con un territorio dos veces
más grande que España o Francia; con una geografía que varía desde el desierto,
hasta los picos y volcanes cubiertos con nieves perpetuas, pasando por todos
los climas, con montañas, selvas y llanuras; un país con costas en los océanos
Atlántico y Pacifico; autosuficiente en recursos hidroeléctricos y petroleros;
con una cantidad de recursos naturales y humanos que podrían garantizar un
desarrollo social y económico sostenible.
Independientemente
de que en el mundo seamos tratados como parias; de que ya prácticamente no
existe país donde no se nos exija visa con una infinidad de requisitos y de que
a pesar de estos también se nos discrimine por nuestro origen, con lo cual
además se ha elitizado la posibilidad de la migración y el refugio en
contra-vía de los derechos contemplados en la carta de las Naciones Unidas;
Independientemente de que el país tenga hombres y mujeres que se destacan en el
ámbito mundial, como el Dr. Rodolfo Llinas, miembro de la Academia de las
Ciencias de Francia y quien preside el Neurolab de la NASA; independientemente
de que cuente con escritores como el premio Nobel de literatura Gabriel García
Márquez o Álvaro Mutis; o que tenga pintores tan famosos como Fernando Botero;
o un campeón de Formula 1, como Juan Pablo Montoya; o una periodista estrella
en CNN, como Ángela Patricia Janiot; o cantantes ganadores de los premios MTV,
y los Grammys Latinos, como lo son Shakira, Juanes, Carlos Vives, Kike
Santander; Independientemente de que tengamos Cineastas laureados como John
Leguízamo, Jorge Ali Triana, Sergio Cabrera, Patricia Cardoso, etc.
Independientemente de todo esto, es necesario proteger los derechos de todas
las personas, sin distinguir su condición social, política, religiosa o de
genero; es necesario que los niños se formen en una cultura diferente a la del
genocidio; es necesario desarrollar una cultura de la paz; es necesario que el
Estado pueda garantizar el sano desarrollo legal, comercial, tecnológico,
político, cultural y religioso de todos sus pobladores, sin discriminación y
sin que las armas y la barbarie sean su mecanismo de expresión; es necesario
que se entienda que no todo activista político o gremial, independientemente de
su orientación, es un promotor de la violencia; es necesario que el mundo
entienda que la situación de Colombia no es exclusivamente de nuestra responsabilidad absoluta; es necesario que se
entienda que tanto los países productores y consumidores de drogas y armas
forman parte de la misma cadena de problemas y soluciones; es necesario que
todos entendamos que en el mundo actual, no existen situaciones aisladas y que
estas puedan tener consecuencias globales en mayor o menor grado; es necesario
que entre todos desarrollemos la capacidad de producir soluciones a los
problemas surgidos en cualquier lugar del mundo, inclusive en Colombia, pues
este es el único mundo que tenemos y todos somos ciudadanos de él. Así como los
Estados globalizan sus intereses, tienen que globalizar la búsqueda de
soluciones de forma democrática y respetuosa. Existen muchas alternativas para
lograr esto, más allá que la exclusiva represión y unilateridad de sus políticas.
Los
Colombianos, al igual que cualquier habitante del planeta, somos mucho más que
una estadística o un gran negocio para las agencias de noticias y los
proveedores de armas.
Nicolás
Augusto Zea Posada
Carné
de Refugiado Nº 070 col 000072101
zoociety@yahoo.es
zeanikolay@yahoo.com
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